12/11/08

Que horrible pretensión suponer que alguien que no es uno (mismo) ha querido algo para otro fuera de él sin la posibilidad de elección, que no ha podido elegir; en efecto: elegimos, pero ¿y qué? ¿elegimos para otro?
¿Acaso saben aquellos como pensamos? ¿se pudo dilucidar la verdad de la que tanto hablan esos? ¿Sentiste como él sintió?
Somos inimputables por el resto, solo nosotros mismos seremos los que apunten a nuestras cabezas, y podamos dar en ellas, que no me vengan con que saben lo que si, lo que no.
Eso, es un regalo: de algo, de alguien, o quizás de nada, pero es nuestro.

1 comentario:

Dailhar dijo...

Saber, Poder.

¿podremos recurrir a la adivinación en momentos como éste?

Apología de la adivinación como equívoco.

Lo que adivina la adivinación no puede ser saber. Esta idea sería sumamente fea y una contradicción no coherente (no habría paso de la lógica formal a la lógica material o de ladrillos, es decir, dura).

Tampoco poder, creo.
Si se lograra demostrar que la adivinación del otro no es una relación de poder con éste, entonces se reunen ambas condiciones.

La adivinación sería estética y ética. Hasta épica, si se quiere.